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viernes, 13 de mayo de 2011

DECAPITADOS

Arribaron como a las seis del mediodía; los reportaron a las tres de la misma tarde, cerca del Ajusco, bosque enclavado a orillas del Distrito Federal, en un pasaje de vía que conecta con Toluca, capital del Estado de México. Un total de cinco personas muertas. Un lugar de descanso y esparcimiento, donde la gente venia a comer y pasar un buen rato en compañía de la familia. Tal vez por ser un día entre semana la afluencia era mínima. Por eso, pese a haber sido arrojados alrededor de las siete de la mañana, fueron avistados tan tarde. Apreciaciones del forense; meras especulaciones de rutina.

Hombres de media filiación, entre veinticinco y cuarenta años, con señas de tortura. A un lado de los cuerpos. un elegante carro blanco, modelo reciente. Los acribillados, todos hombres, tenían otra cosa en común: ninguno tenía la cabeza en su lugar. Las cinco cabezas decoraban malamente al flamante auto; unas puestas en el toldo y otras encima del parabrisa. En un tosco cartoncillo, una leyenda decía:

SOY EL PERRO, ESTO ME PASO POR TRABAJAR CON EL H Y CON EL CC, ESTO LES VA A PASAR A LOS QUE TRABAJAN CON ELLOS.
ATENTAMENTE.


En el radio de los hechos se encontraron varios cartuchos percutidos y pisadas de los sacrificados y de los asesinos, por lo que el escueto informe terminaba como uno más de tantos documentos oficiales: ajuste de cuentas entre bandas enemigas que se disputan los territorios del narcomenudeo y extorsión.

Los policías federales, junto con el equipo de forenses, depositaron los despojos humanos y se encaminaron al anfiteatro de medicinal legal. Acostumbrados cada vez más a esta rutina macabra, ya no se sorprendían y aún menos se asustaban. Eso de decapitar a las victimas y dejar mensajes de persuasión a la opinión publica, además de ser grotesco, nadie lo entendía. Sería la influencia de los grupos extremistas de Medio Oriente, que tenían un modo muy peculiar de cumplir los ritos y de impartir "justicia" entre las comunidades en conflicto.

Sin cuidado, colocaron los cuerpos y las cabezas en las frías planchas de un saloncito formado por dos pequeñas naves, acomodados al azar. Los encargados —casi siempre estudiantes o malhumorados empleados— tenían una tarea aún más ingrata: asignar las cabezas a los cuerpos mutilados; tarea que se dificultaba cuando el carnicero hacia un corte limpio y desprendía la cabeza de su lugar sin tropiezo.

En el Semefo —el servicio médico forense— por cuestiones de higiene y espacio los cadáveres solo permanecían cinco días para su exposición. Si en este tiempo no eran identificados, iban a un crematorio o a una fosa común.

A veces los dolientes identificaban el cuerpo, pero no la cabeza desfigurada; o al revés. No era raro que una cabeza desadvertida coronase otro cuerpo desconocido del que llevó en vida.

Por esas causas y otras peregrinas, el camino final del decapitado era un infierno donde un cuerpo se paseaba de la mano de Luzbel, con una cabeza que no le era propia.


FIN


7 MAYO 2011

9 comentarios:

  1. El camino final de cualquier muerto violentamente, decapitado o no, siempre es un infierno.

    Abrazos.

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  2. mira, que no entiendo bien lo que tratas de decirme!!

    sera que ante tanta violencia en mi Mexico, ya me estoy habituando al cinismo...


    saludos

    mario a.

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  3. "el camino final del decapitado era un infierno".
    A esto, querido amigo.

    Saludos.

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  4. ah!!

    pero fijate bien, ir al infierno con un cuerpo que no te pertenece, es doble infierno...çç

    de existir, el infierno


    saludos, carnal


    mario a.

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  5. que duro ha de ser tonto, pero asi me la llevo feliz

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  6. No eres nada tonto, Mario, eres brillante. Y me gustaría hacerte una sugerencia: ¿por qué no cambias el color de las letras que están ahora en azul a blanco, por ejemplo?, sería mucho más fácil de leer lo que escribes.

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  7. blanquita.


    un honor, un super honor tus palabras, que quieres, soy hunmano y soy vanidoso, gracias.


    y si ya lo cambie a negro... a ver que dices tu?


    mario a.

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  8. Es horroroso lo que cuentas. No imagino tener que ir a reconocer a un amigo o familiar al que le han separado la cabeza del cuerpo y reconocerla sin estar seguro de que el cuerpo que la sostiene es el que corresponde, o al revés.

    Pasar al infierno o al cielo puesto que no sabemos a cual de los dos (si sólo existen dos) acudirá, con un cuerpo o cabeza cambiados no debe ser plato de gusto.

    Un detalle: en la nota que se encuentra junto a los cadáveres me llama la atención el "Atentamente", parece que quien la escribió se negaba a no estampar de alguna forma su firma o algo para acabar. Muy bueno.

    Estoy con Blanca un color de la letra apagado sobre el fondo negro de tu blog hace difícil la lectura. Un rojo chillón sobre ese fondo negro quedaría chulo.

    Un placer leerte, como siempre.

    Un abrazo
    Jesús

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  9. amigo...


    gracias por la pasada, y te cuento... este blog el original, hace tiempo, que se atasco y ahora no logro entrar, por eso abri otro casi identico, sal y pimienta y yo.


    ahi este cuento esta en otro tono.


    saludos y gracias

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