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martes, 3 de mayo de 2011

Dos cero cero dos

Dos cero cero dos

¿Cómo olvidar ese numero? ¿Cómo olvidarte, sin más, después de amarnos?
Porque aquello era amor... ¿O solo una mecánica forma de joder al otro? ¿Cómo saberlo de ti, si ya estás lejos…?

Te conocí en un dos cero cero dos. Yo, en vísperas del divorcio, sensible e idiota, me dejaba querer por toda mano que acariciara mi frente desprovista de ideas y de sueños.

Cerca de los cuarenta, sentía la piel colgada de mi cuerpo; mis huesos, marchitos y pulverizados, me dolían de tanto como me pesaban. Te lo dije en esos primeros días: me sentía morir; moría cada vez que, de regreso en el colectivo, esperaba la hora de llegar a mi habitación, siempre oscura, siempre húmeda, siempre y siempre.

Con la costumbre de una carne tibia servida en la cama, puesta en el mantel, me di cuenta enseguida de que lo peor que puede pasarle a cualquiera es quedarse sin más compañía que su soledad.

Entonces te conocí. Dice una canción antigua: "¿En verdad te conocí?, digo, ¿fue cierto?". O fue la necesidad de inventar una forma de vivir. ¿Por qué diablos te fuiste en este dos cero cero dos? ¿Por qué duró tan poco la felicidad que inventé?

Apenas bastó otro dos cero cero uno para desvanecerse, en la niebla de las madrugadas, la pasión desbordada que tejieron nuestros corazones calientes, cuando cayó el rey ante la arrogancia del alfil, azuzada por la porfía de la reina, vengativa, resentida. Todo se acabó, se fue al demonio; el dormitorio compartido, la cocina hasta donde alcanzó nuestra lujuria, todo, el demonio se lo llevó.

La pequeña televisión del salón azul se volvió nuestro cómplice y confidente, en las largas noches de insomnio. Entonces, a veces tu mentías, a veces yo engañaba mis ansias, y ante el pequeño receptor de sonidos y brillos lloraba en silencio.

Quiso Dios que en este dos cero cero dos tomaras tus pertenencias y huyeras del nido en que convertí esa accesoria alquilada. De eso hace tres días y, créeme, me muero. Seguro que tú no; incluso hasta consuelo habrás encontrado en otros brazos, en otros labios...

¿Será así el amor? ¿O solo son ganas de joder al otro? Si pregunto, nadie sabe, ni en las lecturas a las que tanto me aficione hay respuestas para esto que sentimos y nos mata.

¡Cómo duele amar!, si se puede llamar amor al mecánico esfuerzo de complacer al otro. Que ni el tequila, ni el mariachi son antídoto para mis recuerdos. Ni las muchas borracheras y las visitas en silencio al motel sosiegan el escozor que produce la lejana sutileza de la decepción.

¡Perdón! Si te fallé, perdón. ¡Qué me importa el orgullo, qué me importa lo que digan los demás! Necesito mi dosis de ti, metida en mi… Solo eso necesito en este dos cero cero dos.


mario a

6 comentarios:

  1. Vaya cambio de registro Pesado.
    Subelo al foro,me ha encantado.
    Salu2 Juanan

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  2. juanan


    amigo, que eres el segundo en pisar estas tierras, que para mi son desconocidas... y demoniacas, con decirte que odio los bloges, pero... son como los celulares.... necesarios.


    tu eres el segundo padrino.

    felicidades JUANAN por tu designacion, vientos

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  3. Hola Mario, supongo que dos cero cero dos es una referencia al año 2002, en el que sucede la historia. Alguien, en la cercanía de los cuarenta años, está en trámite de divorcio. Se siente en un pozo sin ideas ni ilusiones, incluso con malestar físico. Se siente morir. Se deja acariciar por quien primero llega. Entonces conoce a un nuevo amor que renueva su vida, recupera la ilusión, el placer sexual. Pero muy pronto llegan las mentiras, los resentimientos, la huida de esa nueva compañía, y otra vez la soledad.

    Toda la historia es un acierto; esa entrega antes de tiempo, aún en medio del naufragio, con la que no se gana nada sino que hunde más en la miseria. Si se hunde el barco, qué mal, pero si se hunde también el bote salvavidas en el que intentamos salvarnos, entonces todo se pone muy difícil. Este náufrago no buscó tierra firme y ahí erró. Pero así es la vida... Naufragio sobre naufragio.

    El panteamiento que haces tanto al principio como al final: porque eso es el amor, ¿o es solo una forma de joder al otro?, es fantástico, de una profundidad que por si sola daría contenido al cuento, aunque hay mucho más.

    No se sabe si el narrador es hombre y mujer, has sido muy hábil al contar la historia sin precisarlo, y sin que se note forzado. La fuerza desgarradora de la última frase podría hacer pensar que es una mujer, aunque también puede ser una metáfora, como el que se mete droga.

    Muy buen relato. Felicidades

    Panchito

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  4. maestro...


    me hace el honor (y mire que acabo de ver el Kung Fu Panda y deveras, deveritas, lo veo asi, como un maestr, que otorga un voto de confianza a su discipulo, este bruto oso, malhechote y necio.


    gracias, deveritas gracias

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  5. Marito, este no te lo conocía. Buena nostalgia, acaso tanguera en demasía. Pero sí que verdad que duele lo efímero perdido cuando uno se agarró a él como a un ilusorio salvavidas.

    Buena por tu blog, o como sea que se denomine.

    Un abrazo. E. Pi.

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  6. carnal!!!!


    dios me hizo el milagro de tenerte aqui, mira que este fuen en respuesta a ese que pusistes alla, donde ya ni me acuerdo?


    lo bueno es que tu si te acordastes, y eso amigo, hermano, es demasiado.

    oye que te invito a poner unu tuyo y lo plagio... es broma, broma...

    estas en tu casa y aqui puedes decir lo que te caiga y gustes. boludo del demonio, mira que tu ersa del cuentito de:


    ¡ BEEEPPO! ¡¡¡ BEEEPPO...!!!— El vozarrón del gordo Laffara destroza la madrugada. Los gallos enmudecen, los perros rompen a ladrar y los vecinos refunfuñan entre las cobijas, sin esperanzas de amodorrarse un rato más.

    —¡¡¡ BEEEPPO...!!! Malandra, donde estás metido?

    Beppo tiene catorce años, y desde los doce nadie lo ha visto dormir.



    mira que estba clarito, quien mas escribe con esa ortodoxia chabacana, si no mi carnal...


    felicidades, que aunque haga berrinche tu y mi galla mmms (A) ganaron a ley. aqui entre nos.. no despues te digo.


    saludos y estate aqui tosdo el tiempo que desees


    mario a.

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