Insecto
—¡No puede ser!
—¿Por qué?; lo estás viendo.
—Pues sí..., pero no puede ser; al menos no así.
—¿Cómo así?
—Pues así... sin cabeza. Que, ¡la verdad!, no sé cómo lo haces pero... me parece muy increíble.
—¿Increíble? ¿O muy espantoso?
—No. Más bien..., no te ofendas por favor, lo veo grotesco.
—¡Vaya!, grotesco. Ridículo, entonces.
—No, no quise decir eso. Solo que… no esperaba verte así, sin cabeza.
—¿Te asusta, acaso?
—Bueno, al principio un poco; pero solo al principio.
—Con que esas tenemos... Te parezco gracioso, muy gracioso. Pensaba darte una gran sorpresa y veo que solo te parezco... ¿cómo dijiste? ¡Ah, sí!, grotesco. ¡Grotesco, vaya! Al menos, eres sincera.
—No lo tomes así...
—Ahora arremetes con el "así".
—No te pongas así... Perdón, ya ni sé lo que digo. Todo esto me parece absurdo, muy grotes... muy raro. Eso, muy raro.
—Ibas a decir de nuevo grotesco ¿Por qué te arrepentiste en último momento?
—Mira, sí deseabas impresionarme, lo lograste. Ahora, explícame cómo lo haces.
—¿Hacer qué?
—¿Cómo qué? Pues eso, andar sin cabeza.
—¿Lo ves anormal? ¡Ver para creer!
—Déjate ya de estupideces y dime de una buena vez: ¿cómo lo haces?
—¿Cómo hago qué?
—Lo de la cabeza, ¡maldita sea! ¿Cómo haces para andar sin ella?
—¡Ah!, ya entendí. Pero si tú misma lo mencionaste en alguna ocasión. ¿Te acuerdas?
—¿Yo? ¿Cuándo? Estás loco.
—¿Loco? No lo estoy; lo estaba, pero ya no. No…, ya no.
—A ver, con calma. ¿Qué te ocurrió exactamente? ¿Qué dije? ¿Qué cosa te dije?
—¿Fuiste estudiante de biología?
—Sí, sí. ¿Y qué, con eso?
—¡Todo! Ahí tienes la causa de todo...
—Déjate de tantos rodeos y dime por todas qué te pasó.
—¿Recuerdas a las cucarachas que infestaban la cocina de la casa?
—Eso fue hace mucho tiempo. Éramos niños. ¿Qué tiene que ver con esto?
—¿Qué hacíamos a las cucarachas de la cocina?
—Pues no lo recuerdo, ¡dime tú! ¿Qué hacíamos a las cucarachas de la cocina?
—Les cortábamos la cabeza con una navaja de afeitar.
—¡Que asco!
—¿Te parece asqueroso? Antes no lo veías así. Al contrario, eras tú quien animabas a los demás a buscar al mayor número de insectos y después, entusiasmada, los decapitabas con mucha alegría. Decías que se veían muy graciosos corriendo por todos lados, sin cabeza. ¿No te acuerdas, hermanita?
—¡No! Y estás loco; loco de remate. ¡Por Dios, ya ponte la cabeza! Te ves estúpido... Ya póntela.
—En alguna ocasión me escribiste, desde la universidad, sobre las condiciones que tienen los insectos de vivir desprovistos de la cabeza, reaccionando automáticamente a la luz, la temperatura, la humedad, las sustancias químicas y otros estímulos; así pueden vivir alrededor de un año más o menos...
—Estás mal, muy mal. Eso solo era un juego; una niñada, ¡nada más!
—¿Eso crees? Pues no. Te tengo malas noticias; no solo en los insectos se operan estas tan peculiares características; también en ciertos individuos humanos.
—No te creo. No es cierto. Estás idiotizado, enfermo. Quedarte solo en esta casa tantos años te ha trastornado. Pero eso va a cambiar, te lo juro. Con mis hijos y mi esposo me mudaré aquí. Te cuidaremos, ya lo veras. Pero ponte... ¡vamos, por favor, ponte la cabeza!
—Ya no puedo, en serio, lo siento. Hace un año más o menos, al no haber más cucarachas a las que quitarles la cabeza, pensé en quitársela a mis pocos amigos... Pero soy demasiado cobarde y no me atreví. Desesperado, empecé a estudiar la posibilidad de cercenar mi cabeza, sin que con ello pusiera en riesgo mi propia vida. Después de muchos ensayos lo logré, como bien lo has comprobado tú, mi buena hermana, mi única hermana.
—¿Qué has hecho, Goyo? ¡Goyito...!
—Así soy feliz. ¿Aún vas a cuidarme? Cada día estoy más débil.
—Claro que sí. Ya nunca nos separaremos. Te lo juro, hermano.[/justify]
FIN
Mario Archundia C.
1 dic 2005
Hola Mario,lo que más llama la atención de este relato es su estructura dialogada por entero, sin una sola palabra de narración, ni siquiera incisos que den explicación ninguna sobre quién habla, cómo lo hace, etc. Es la transcripción por escrito de una conversación sin absolutamente nada más.
ResponderEliminarA pesar de ello, consigues que el lector comprenda bien la historia, quién habla en cada línea y cómo lo dice, a través de sus propias palabras. En realidad esto es una escena teatral, pero más difícil al no poder contar con las inflexiones de voz de los protagonistas.
En cuanto a la historia, diría que es un homenaje a Kafka y su Metamorfosis. Se va sospechando a partir de la mitad del texto y parece indudable la intención cuando al final descubrimos el nombre del protagonista: Goyo, o sea, Gregorio, como Gregorio Samsa. Homenaje, sí, pero contradictorio. Este relato "Insecto" podría responder a la pregunta ¿qué habría sucedido si la familia de Gregorio Samsa lo hubiese aceptado después de su metamorfosis?
Porque tu final, más acorde con los tiempos que corren, más tolerantes, al menos en alguna parte de la gente y del Mundo, está lleno de esperanza para Goyo.
Este descubrimiento, el tratarse de una revisión de una obra bastante conocida, da un nuevo sentido a esa estructura exclusivamente dialogada que comentaba más arriba. Partiendo de una situación igualmente grotesca, espantosa, ridícula, en tu "Insecto" es el diálogo lo que rompe la barrera y acerca a los protagonistas, cosa que en el texto de Kafka no existe y que aquí resaltas con la fórmula "sólo diálogo". Es una muy buena idea. Quizá si Gregorio Samsa hubiese podido dialogar y entenderse con su familia y amigos, otro final hubiese tenido su historia. Y ese diálogo se produce porque ni Goyo se siente avergonzado por su situación ni la mujer deja de verlo como a su hermano, ni de sentir afecto y respeto por él, aunque esté sin cabeza. Autoestima, amor y tolerancia.
Enhorabuena.
panchito, maestro.
ResponderEliminargracias tu comentario es mas un elogio a mi humilde trabajo, y debo confesarte que si, que tus apreciaciones son las que busque en este relato. un homenaje minimo a genio de kafka y un homenaje a los hermanos, que lejos de juzgar aceptan la condicion de su congeneres.
gracias.
y aqui andamos
como homenaje a mis mismo... (?)
ResponderEliminar